Por Antonio Sánchez García – El País, Madrid, 17 de diciembre, 2014

Pasará a la historia por haber protagonizado el capítulo más ominoso, patético y lamentable de la historia venezolana contemporánea: sirviendo servilmente a la tiranía cubana y sintiéndose guapo y apoyado en el averiado portaviones castrista creyó que el destino le enviaba un salvavidas en el último minuto a punto de naufragio para que se aferrara al tablón del antiimperialismo yanqui. Se habrá dicho: si Fidel aguantó medio siglo aferrado a la boya del antiimperialismo, yo, que estoy haciendo aguas hasta por las orejas, seguiré sus pasos. Llamaré a Raúl, le pediré algunos consejos de cómo darle en la mera madre a los yanquis, me pondré en contacto inmediato con mis colectivos, sacaré a mis huestes a la calle, pondré a bramar a Caracas y de ese segundo aire viviré hasta diciembre de 2019.
Mi contertulio Pedrito Lastra agarró la señal y escribió sarcástico en El Nacional: “¡Que mueran los yanquis, qué viva Fidel!”. Ya se vio agarrado del brazo de Diosdado, de Jaua y de El Aisami montado en la proa del tsunami que deslavaba el valle de Caracas de Catia a Petare ondeando la bandera cubana, mientras cientos y cientos de miles de jóvenes pioneros y millones de milicianos hacían fogatas quemando la bandera norteamericana. De ésta no me bajan hasta fines de siglo. read more