Por Radar de los Barrios / Jesús Chuo Torrealba

A la muerte de Chávez el terror invadió a los grupos que medraban del poder y empezó una carrera frenética por “raspar la olla”: Cada mafia quiso blindar su presente y asegurar su futuro, robando más y peor. De esa manera se produjo el arrebatón en CADIVI, denunciado por Giordani, de entre 20 mil y 25 mil millones de dólares, en apenas un año.
1) La patética y obligatoria movilización de empleados públicos de esta sábado, convocada mediante amenazantes memorandos por los departamentos de personal de todos los ministerios y empresas del Estado para recibir al viajero mendicante y a su ostentoso séquito, retrata la naturaleza verdadera de la crisis del régimen. En vez de pueblo, a Maduro lo recibió la nómina pública porque lo que hoy está afectado es la base de sustentación económica del régimen, que es a la vez su fuente de poder, el pilar del clientelismo, la base de su capacidad de extorsión y chantaje. Antes, esa capacidad le permitía movilizar a grandes cantidades de pueblo esperanzado. Hoy está hoy reducida a pequeños contingentes de burócratas obligados.
2) Y eso es así porque el intento de ponernos a todos de rodillas frente al poder munificente del Petro-Estado fracasó. En efecto, cada vez que el proyecto totalitario arremetía contra el aparato productivo del país (esto es, cada vez que el régimen promovía, permitía o autorizaba la invasión, confiscación o simplemente robo de una hacienda, una finca, una empresa o un comercio) el discurso opositor convencional, tanto de dirigentes como de ciudadanos, se concentraba en la solidaridad con el propietario despojado. Lo cual, por cierto, es muy justo. Pero olvidaba la otra punta del problema: Cada finca productiva invadida, cada hacienda expropiada, cada industria manufacturera robada, dejaba en la calle a decenas, cientos, miles de trabajadores. Con su accionar el proyecto totalitario no solo agredía la libertad de empresa: También agredía la libertad de trabajo. Al destruir masivamente empleos en el sector privado, el régimen colocó a millones de venezolanos a depender del Petro-Estado a través de los tortuosos y discriminatorios programas de una “política social” concebida no como mecanismo de ayuda sino como instrumento de dominio. El morbo ideológico, el sectarismo elevado a la condición de anti venezolana “Razón de Estado” convirtió en desgraciada “política pública” la destrucción del empleo de calidad y, con ello, la capacidad del país de generar bienes y servicios. Por eso desaparecieron de mercados, abastos y bodegas las marcas de excelentes productos venezolanos. read more