Por MANUEL ISIDRO MOLINA
El presidente Nicolás Maduro hizo un gran esfuerzo para echar a la cuneta los antecedentes personales del asesinado diputado Robert Serra y enfilar hacia el paramilitarismo colombiano y “la derecha” venezolana y continental, la culpa principal del repugnante doble homicidio, que también acabó brutalmente con la vida de María Herrera, su asistente y ahijada de santería (religión Yoruba) o palería (“magia negra”), según diversas versiones.
La versión heroica oficial, la de un impoluto y virtuoso dirigente político, “lo mejor de la Juventud del Psuv”, no la cree nadie, ni los propios chavistas; y menos, quienes lo conocieron (y sufrieron) de cerca.
Según referencias de personas que lo conocieron, Serra fue un homosexual muy activo y agresivo, cuando de acosar a sus “novios” o pretendidos se trataba, desde la posición de abuso de poder y manejo de cuantiosos recursos de procedencia desconocida. Algunos de sus escoltas masculinos hacían parte de su entorno íntimo, lo que se conocerá en el expediente respectivo, cuando se abra legalmente al conocimiento público. Los detectives involucrados en el caso, conocen de esto y mucho más, independientemente de la fuerte pugna que se produjo entre el Cicpc (Cuerpo de Investigaciones Científicas y Criminalísticas, bajo rectoría del ministro Miguel Rodríguez Torres) y el Sebin (Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional, bajo rectoría del presidente Nicolás Maduro, aunque adscrito al ministerio de Interior, Justicia y Paz). read more



