Cortesía de Notitarde
– “Esta mañana lloré temprano, después salí a visitar a mis amigos por Petare, Lebrún y Campo Rico, amigos míos y de Roberto, mi hijo. Algunos no sabían nada. Ellos se arrecharon y me pasaron la arrechera a mí. Y entonces dejé de llorar y, digo, estoy arrecho… ¡a mí no me va a parar nadie ahora!”.
Dos motorizados con cascos integrales, y a mansalva según los presentes, mataron a Roberto Redman (31) de un disparo directo a la cabeza.
“Mi hijo no quería ser un héroe nacional ni un mártir. Sólo estaba tratando de hacer algo por el país”. Roberto Redman era de poco hablar, mucho Ávila, empleos varios y una única meta: ser piloto. En diciembre recibió la licencia después de tres años de ahorro familiar. Ahora comenzaba la espera de un avión que necesitase un copiloto.
— ¿Sirvió de algo la muerte de Roberto?
— Aparentemente logró unir a una cantidad de gente que era apática en cuanto a lo que hay que hacer para tener una democracia y libertad. Eso espero. Roberto era mi hijo y compañero. Andábamos mucho juntos. Este domingo jugamos cuatro horas bowling, en Mampote.
Los hombres de la familia Redman no lloran mientras velan a los muertos, eso es un hecho comprobable.