Por Marianella Salazar – EL NACIONAL

Solo Hugo Chávez pudo contener el descontento popular con frases que solo tenían la intención de ocultar sus estrepitosos fracasos y le pidió sacrificios al pueblo para subvencionar un proyecto revolucionario en toda América Latina:“No importa que pasemos hambre, no importa que andemos desnudos, aquí de lo que se trata es de salvar la revolución” –decía impertérrito-, mientras regalaba el dinero y despilfarraba los recursos de los venezolanos. Chávez convertido en padre de la patria, una especie de zar tropical, chantajeó a su gente con la utopía de la felicidad revolucionaria, pero su heredero, Nicolás Maduro, que no posee ni su carisma, ni su liderazgo ni legitimidad, mucho menos su inteligencia y ocurrencias, puede exculpar a la corrupción y a la incapacidad del gobierno por los estragos del desabastecimiento y la inflación, con esa ficción de que “tenemos Patria”. ¡No señor!, no tenemos ni Patria, ni país ni nación. Somos una provincia cubana.
Con el cinismo que lo caracteriza, Raúl Castro, en reuniones del Partido Comunista Cubano se refiere a Venezuela como la provincia número 15.
Parece un chiste cruel, pero no lo es, la isla con sus 14 provincias se anexó otra para chuparle hasta la última gota de petróleo y trasplantar su fracasada experiencia revolucionaria, como si fuese un cultivo organopónico (por allí salió un diputado “mente e´ pollo” del PSUV proponiendo criar pollos en las casas para enfrentar la escasez). El negocio que los hermanos Castro hicieron con nuestro país fue redondo. ¡Tremendo botín!, se llenaron con millones de dólares de las arcas venezolanas, a cambio de enviar un ejército del G2, transmutado en agentes deportivos, médicos y técnicos, expertos -muchos de ellos- en el bandidaje revolucionario. Es lo delirante de esta historia, en la visión del mundo que tiene el “chavismo-madurismo”, ni los mercenarios cubanos son extranjeros ni Cuba es un país extranjero, sino que integra con Venezuela una misma república. read more