Por Gustavo Tovar Arroyo

Chávez: Papi, es que tengo diarrea…
Maduro: No, papi, por favor, aguantate. Házlo por mi…
En Venezuela podríamos pasar todo el día gritando, mentando madres, insultando a diestra y siniestra, lanzando platos y despedazando vidrios. Como dijo Cioran: estamos en la cima de la desesperación.
Si con Chávez vivimos entre sobresaltos y amargura, con Maduro Venezuela se ha convertido en un país despavoridamente absurdo, un cinematográfico caos.
El “Primer Damo” o “Doño” (lo digo por su relación con la “Primera Combatiente” y siguiendo el vocabulario del absurdo que se ha impuesto) ha resultado ser infinitamente más torpe de lo que jamás sospechamos. Un bullicioso bobalicón, el hazmerreír del siglo XXI.
Lo escribo con pena y, sin duda, mucha lástima por él y por el país. El desconcertado “Damo” está perdido, se hunde, y los venezolanos nos hundimos con él.
Nadie entiende el porqué Chávez le legó la responsabilidad de sucederlo en el poder y peor aún, el encargo de salvaguardar a la revolución; no hay lógica que lo explique.
Chávez fue de todo, mas no un pendejo. ¿Qué le pasó? ¿Qué secreta sensibilidad lo inspiró a declarar en su última alocución “desde mi alma, desde mi corazón, tan firme como la luna llena, lo más importante que tengo que decir es que Nicolás será mi sucesor”. read more