Por Antonio Sánchez García
Debe haber por lo menos seis millones y medio de venezolanos turbados, desconcertados, afligidos, sin entender qué es lo que realmente sucede en nuestro país. Y que al toparse con la imagen omnipresente de un venezolano que ha atropellado, pervertido y anulado la voluntad de 28 millones de conciudadanos, provocando una devastación inimaginable al tejido social, a nuestra cultura, a nuestra infraestructura material se preguntarán: ¿hasta cuándo esta pesadilla? Si hasta parece haberse esfumado dejando en pie la inmundicia de su siniestro trabajo.
Muchos venezolanos de bien ya se han ido. No soportan la idea de tener que dejar a sus hijos a la intemperie de toda conducta moral, de todo sentido de responsabilidad, de toda buena crianza. Pues temen, y con razón, que Venezuela haya perdido toda singladura moral y que en ella todo sea posible, hasta lo más aberrante. Leo la noticia de un joven carabobeño de 29 años que, abandonado por su esposa, asesina a sus tres hijos de 13, 12 y 9 años. Para luego suicidarse. No es novela de ficción.
Un amigo vende todas sus pertenencias para irse tras su familia, a la que decidió enviarla al extranjero luego de sufrir un shock inenarrable: presenciar, maniatado, cómo un muchacho hundía una pistola de alto calibre en la boca de su nietecito de ocho meses para terminar de hacerse con todos sus bienes. Creyó que bajo el imperio del terror obtendría el arma que buscaba, y que jamás encontraría. Un arma no ha existido ni existirá jamás en esa familia. Una familia de bien, como solíamos ser. read more