Por Ernestina Mogollones
Escrita el 13 de mayo de 2010
Me gustaría empezar esta carta con un “querido compatriota”, pero ¿para qué nos vamos a engañar? No te quiero, no me quieres y no compartimos la misma patria, el país que tú quieres no es el país que yo quiero, no tenemos una misma bandera, la mía tiene 7 estrellas, la tuya tiene 8, mi escudo tiene un caballo hidalgo que corre hacia la derecha, la tuya tiene un caballo bastardo que huye por la izquierda. Compartimos apenas un mismo espacio geográfico y un tiempo, nada más nos une.
Pero hay cosas que tengo que decirte, no porque pretenda hacerte reflexionar, para eso tendría que asumir que tienes cerebro y alma, y honestamente, no lo creo, el cerebro que tienes apenas da para cumplir funciones vitales, sabes, respirar y esas cosas, y el alma, hace tiempo que la regalaste, porque ni siquiera puedo decir que vendiste.
Mira, tengo hoy 41 años, nací en 1971, y mis primeros años de colegio los hice en un colegio público de Caracas. Recuerdo que llegábamos a las 7 de la mañana al salón, y después de dar los buenos días (cantando, así lo hacíamos en esa época) entraba una señora con dos ayudantes y junto con la maestra nos servía en desayuno. Así como lo escuchas ¡el desayuno! Que podía variar desde galletas con mermelada y mantequilla a unas arepas rellenas con queso o perico. Y lo que sí no cambiaba nunca, un vaso de leche, acompañado de un cuartico que nos daban “para la casa”. read more