Por Ricardo Escalante
Eran los primeros meses de 1998, cuando la deslumbrante Irene Sáez galopaba en las encuestas en Venezuela y los incautos se anotaban a ganador. Los desafueros de Rafael Caldera ya eran parte de una dramática historia: La herida mortal que le infligió a su partido, su famoso discurso del 4 de febrero de 1992 y el sobreseimiento al militar golpista que por una ironía de la vida lo sucedería en Miraflores.
Algunos con larga experiencia en las luchas de cada día seguían jugando juegos sin sentido. Se sentían listos para recoger jugosas cosechas de dividendos políticos. Con inocultable desespero, Copei se adelantó a poner la torta de su apoyo a la reina de belleza. Después de los tiempos de gloria con grandes dirigentes de talla continental, Acción Democrática había caído en las manos de un hombre que vivía como en la época rural y manejaba a las nuevas generaciones con un látigo. read more