Por Charito Rojas – Notitarde

“Camaradas: proscribamos los aplausos, el espectáculo está en todas partes“. Jim Morrison (1943 -1971) poeta, compositor y cantante estadounidense, vocalista del grupo de rock psicodélico The Doors.
La culpa no es de Irene Sáez, la culpa es de quienes pensaron que ella podía ser Presidente de Venezuela. Allí comenzó a desvirtuarse la profesión del político, la carrera del servidor público, la seriedad y formación que debe tener un gobernante.
En Venezuela no hay un “baremo” que exija condiciones básicas a quienes van a ejercer un cargo público. Por eso hemos visto a personas que a duras penas manejan el lenguaje castellano ejercer responsabilidades… irresponsablemente. Me explico: aquí deberían exigirle a quienes aspiren gobernar unas condiciones mínimas que aporten garantías del buen ejercicio de la función. No se trata sólo de academia, que puede ser sustituida por la praxis o por la experiencia, sino también de condiciones morales, familiares, de currículo como persona, como vecino, como ciudadano. Un conjunto de garantías curriculares que ofrezca a los electores una seguridad de que no perderá su voto en incapaces, malas personas o corruptos. (Ovario II dice: Lamentablemente en el PSUV solo hay eso: incapaces, malas personas o corruptos.)
Pero, según confesión de parte, aquí el CNE ni siquiera pide la partida de nacimiento a un candidato para comprobar que cumple con una de las poquísimas exigencias constitucionales para altos cargos de elección, como es que sea venezolano por nacimiento.
Una cédula que hasta chimba puede ser, es todo lo que aportan los postulados por los partidos. Por eso estamos raspados en elegir buenos funcionarios. Cité el caso de Irene Sáez porque ese fue el comienzo de los espejismos electorales. La ex Miss Universo se relacionó con políticos que entendieron que el carisma de ella serviría para mucho. Se puso a estudiar Derecho Internacional en la UCV, se lanzó a Alcaldesa de Chacao, donde tuvo una buena actuación. No tenía un pelo de tonta, la aconsejaba un veterano guía político, se rodeó de técnicos. Pero Chacao no es Venezuela. ¿Quien inventó que esa joven mujer podía sustituir el “know how” de veteranos políticos, curtidos en la administración pública, con una buena y conocida imagen?
Le enseñaron a gesticular como Evita, hasta le montaron el famoso moño de la peronista, la vistieron con trajes de chaqueta y subió como la espuma en las encuestas. Los jefes de los partidos políticos se volvieron locos con los numeritos. El país ansiaba algo nuevo, hermoso, brillante. Cansados de clientelismo, corrupción y politiquería, los faramalleros venezolanos vieron una esperanza rubia. Y los veteranos se rindieron a las encuestas y se agruparon en torno a ella. read more