Por Gustavo Tovar – La Patilla
Con mis últimos artículos he herido algunas sensibilidades chavistas. Están consternados. No esperaban una radiografía tan incontrovertible de su inmoralidad.
Me río y lo celebro, debo confesarlo. Son tantos los daños y tan seguidos que su engaño socialista le ha causado a nuestro país, que desafiarlos, para ridiculizarlos, me consuela y colma de gusto: me reivindica.
No lo oculto, me deleita ponerles la pluma en la llaga, enterrarla hondo, hondísimo, y observar con calculado regocijo como no les queda otro remedio que silenciar su dolor, su humillación y su ira. No pueden responder, el sólo debatir los incrimina.
Esta entrega aspira calificar la despelotada y cínica locura que intentan llamar “revolución”; y claro, hundir un poco más mi pluma en su llaga.
Elena Frías de Chávez y sus nietos

Ovario II dice: De arepera de carretera hedionda a fritura paso a ser una disque refinada recién vestía… mona manque se vista de seda…
Espejo radiante de la descomposición moral y el descaro nuevo rico del chavismo revolucionario lo representa la familia de Hugo Chávez.
Ellos son los burgueses predilectos del socialismo del siglo XXI, los insignes “revolucionarios” en su máximo esplendor.
Regordetes, vulgares, ostentosos y cursis, encarnan una burguesía afectada por la ridiculez y por la falta de desodorante. Huelen a azufre, de corrupción.
Observar las fotografías de la transformación de Elena Frías de Chávez, su perrito encaramado en la cartera Cartier (¿o Fendi?) o las evidencias del desvergonzado lujo de sus nietos, quienes nos muestran “por qué ser rico es malo” entre borracheras, drogas (¡no me hagan hablar!, lo advierto), relojes impagables, aviones, helicópteros, carros de lujo, mansiones, compras en Estados Unidos y viajes al exterior, por no hablar del corrupto uso de los recursos del estado en todo esto, nos permite llegar a una conclusión: la revolución chavista fue una delirante manera de hacerse rico y famoso, nada más.
La corrupción sin disfraz
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