Nelson Ramírez Torres – Noticiero Digital
Poco después de Hugo Chávez anunciar a Nicolás Maduro Moros como su sucesor, éste confesó que nunca había pensado en ser presidente de la República ni en ocupar los altos cargos de presidente de la Asamblea Nacional (AN), canciller y vicepresidente ejecutivo. Tales privilegios, dijo, lo sorprendieron.
Maduro afirmó que nunca soñó con ocupar altos cargos, lo cual se compadece tanto con el hecho de no importarle concluir sus estudios de bachillerato, como con su tipo de trabajo en el Metro de Caracas, cuando tenía 30 años de edad, momento en el que el ser humano ajusta el rumbo del porvenir, que en Maduro significó convertirse en admirador y guardaespaldas del líder del 4-F a partir de 1992. Desde su juventud, comenzó a ver la revolución cubana como paradigmático ejemplo a seguir.
El ambiente en Venezuela, el peligro de persecuciones y cárcel, no ambicionar cargos, su manera de ser, en fin, su modo de ver la vida, quizás indujeron a Maduro a conservar su nacionalidad − presuntamente colombiana, por tantos indicios −, como eventual refugio, y puede ser la razón por la que nunca le importó no adquirir la venezolana. Transcurrió el tiempo y Maduro se acostumbró a vivir así, con su nacionalidad originaria y sin gestionar la del país que le deparaba tantas sorpresas. Pudo ser aliciente el saber que estando en Colombia, los colombianos no pueden ser extraditados.
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