Por Mary Anastasia O’Grady
Mientras los gobiernos de América Latina corrieron a respaldar la supuesta elección de Nicolás Maduro, acólito de Hugo Chávez, como presidente de Venezuela la semana pasada, el espíritu de Augusto Pinochet seguramente se estaba arrepintiendo de no haber regido como estalinista. Los líderes de América Latina aparentemente están de acuerdo con los gobiernos militares, siempre y cuando sean dictaduras comunistas.
Incluso el Consejo Nacional Electoral de Venezuela, controlado por el gobierno, le dio a Maduro un margen de victoria de menos de 2% en los comicios llevados a cabo el domingo, 14 de abril. Para el jueves, dudas series sobre la veracidad de una victoria tan estrecha obligaron a Maduro a aceptar una revisión del conteo y de las irregularidades denunciadas por el candidato de la oposición, Henrique Capriles.
Brasil ahora sugiere que jugó un papel importante en la aceptación de la auditoría. Pero eso no detuvo a la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) —que incluye a todos los gobiernos de América del Sur pero es dominada por Brasil, Argentina, Bolivia, Ecuador y Venezuela— para que reconociera a Maduro como el ganador el viernes en una reunión de emergencia y a puertas cerradas en Lima. México ya lo había hecho. Mientras tanto, en Caracas, el líder del congreso unicameral había anunciado que ningún miembro de la oposición podría hacer uso de la palabra hasta que reconocieran a Maduro como el nuevo presidente. read more