Por Marianella Salazar
El Nacional
Pasados diez días de las elecciones presidenciales, millones de personas que votamos por la candidatura que representaba la opción democrática nos encontramos con los ojos claros y sin vista, sin derecho a pataleo, sin posibilidad de exigir una auditoría y aceptar los hechos cumplidos, avalados antes, durante y después del acto electoral por la Mesa de la Unidad Democrática.
La MUD no hizo otra cosa que legitimar al CNE, nos explicaron de todas las formas que el fraude electrónico era imposible, que las captahuellas eran máquinas inofensivas, inútiles, que sólo eran disuasivas para efecto de los empleados públicos. Pero al parecer, esos funcionarios se traicionaron a sí mismos votando por lo que más temían o por lo que les inspiraba repugnancia, y en su laberinto interior eligieron sin respeto elemental a las reglas de la lógica.
La MUD nos garantizó la idoneidad, transparencia, efectividad del sistema automatizado, a pesar de que generaba tanta desconfianza en gran cantidad de electores. La MUD cumplió la tarea de hacernos creer ciegamente en todas las explicaciones que hacían quedar al ente comicial como impoluto.
La MUD repitió el mismo discurso oficial y nos presentó “el mejor sistema del mundo”, a pesar de que en países desarrollados recurren a un sistema manual, y cuando hay trampa fácilmente se descubre con un simple reconteo de votos.
La MUD se mostró confiada en esas niñas de pecho de Tibisay Lucena, Sandra Oblitas, Tania D’Amelio y Socorro Hernández, vinculadas con el PSUV y fervientes seguidoras del comandante presidente. read more