Publicado el 20 septiembre, 2011 por Todos Unidos por Venezuela
Ovario II dice: Aquí esta quien es el culpable de la venta de cocaína en el mundo, el mayor cosechador de coca del mundo: Bolivia
El consumo de la cocaína como droga se extendió en Europa y Estados Unidos en la primera década del siglo, para luego casi desaparecer, aumentando de manera alarmante a partir de los años 60. A partir de esos años ya se puede hablar de una estructura organizada de fabricación, transporte y comercio de la cocaína.
A grandes rasgos, la vía del Narcotráfico es la siguiente: La hoja de coca se cultiva en Perú, Bolivia y en menor cantidad, en Ecuador. Mediante un proceso relativamente sencillo se transforma en pasta de sulfato de coca. Dicha pasta se transporta clandestinamente a Brasil y (sobre todo) Colombia, donde se transforma en cocaína pura. De allí saldrá hacia los mercados consumidores, principalmente a los Estados Unidos por vía Miami y Nueva York.
Este comercio mueve unas cantidades increíbles de droga, generando fabulosos beneficios: Con 110 kg. de hojas de coca se obtiene 1 kg. de sulfato de coca, por el cual los campesinos reciben aproximadamente 5.000 dólares. En los laboratorios brasileños y colombianos el sulfato se transforma en clorhidrato, ascendiendo su valor a 15.000 dólares o más.
Esta cocaína pura se vende a los mayoristas americanos a un precio que oscila entre los 40.000 y los 60.000 dólares. Los traficantes estadounidenses adulteran la droga, mezclándola con sustancias tales como la lactosa, anfetaminas, talco, leche en polvo, etc… hasta que el producto final no contiene más que un 15% de cocaína pura. El kg. original de sulfato de coca que salió de Bolivia o Perú vale ahora entre 200.000 y 300.000 dólares. En otras palabras, los traficantes norteamericanos obtienen un beneficio con la droga del 400% (10).
La narcoeconomía
Este fructífero mercado influye directamente en las economías de los países implicados.
Para el campesino que cultiva la coca, y a pesar de que comparativamente está mal pagado, es un negocio rentable: los cultivos alternativos que podría realizar en sus tierras le proporcionan beneficios mínimos o nulos, sin contar con que su país no dispone de la infraestructura necesaria (buenas carreteras, o siquiera puentes que salven los obstáculos naturales de la geografía andina) que sirvan para transportar a bajo costo productos agrícolas a donde pudieran alcanzar un mejor precio (11).
El narcotráfico genera puestos de trabajo: se calcula que en toda América latina trabajan en la producción de droga unos 2’5 millones de personas. De sus ingresos dependen unos 12 millones de personas más (familiares o personas dependientes), ante lo cual se convierte en un elemento estabilizador de primer orden. Se da el caso, (por otra parte lógico) de que el número de empleados en el narcotráfico crece de manera simultánea a cómo decrece el número de empleados en la economía formal. Algo muy parecido a lo que sucede en nuestro país con la llamada “economía negra”, o encubierta, a la cual se acogen la mayor parte de los desempleados “oficiales”.
Por otra parte, parte de los beneficios del narcotráfico se invierten en el país de origen, creando una infraestructura económica legal que permita “blanquear” el capital obtenido por la droga. Se pretende sufragar los gastos de producción de la coca con los beneficios obtenidos por empresas legales, justificando además los beneficios obtenidos por la droga gracias a dichas empresas. (12)
Por último, el narcotráfico proporciona a los países productores una importante fuente de divisas, de la que se benefician indirectamente gracias a las inversiones de los narcotraficantes.
El rol de Bolivia
Es el mayor productor de coca del mundo, ya que en su país el consumo de la hoja es legal (aunque no el consumo de la cocaína). Simultáneamente es el país latinoamericano más dependiente de la narcoeconomía: el Producto Nacional Bruto oficial del país es de 4.000 millones de dólares; se calcula que el 75% del mismo (3.000 millones) deriva del narcotráfico, y al menos la mitad se integra de diversos modos en la economía del país. Cerca del 90% de los ingresos del narcotráfico boliviano provienen de la exportación de hojas de coca, bajo la forma de pasta base. El resto (sólo un 10%) corresponde al mercado de consumidores bolivianos. La droga genera unos 650.000 puestos de trabajo, cantidad más que respetable teniendo en cuenta que la fuerza de trabajo del país no excede los 2 millones de personas. El gobierno del país se ve obligado a llevar a cabo una política de contradicción: por una parte sufre constantes presiones por parte de los Estados Unidos y la Comunidad Internacional para que declare ilegal el cultivo de coca en Bolivia. Para ese fin existe un programa de erradicación de cocales, que tiene mayor presupuesto que el desarrollo agrícola nacional. Paralelamente su situación financiera le obliga a la libre compra de divisas, sin importar su procedencia, lo cual significa en la práctica “blanquear” los beneficios de los narcotraficantes.