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Yo fui uno de esos chamos que en la mesa de su casa lo regañaban con la frase: “¿Y tú vas a comer así? ¿Imagínate si te invitan a casa del Presidente de la República?” Por eso uno de mis paseos escolares favoritos era ir a La Casona. Mi sueño era encontrarme con el Presidente de la República por alguno de los corredores de la casa presidencial para decirle que mientras no me sirviera pasta, yo comía mejor que Carreño el del manual.
La solemnidad con la que nos anunciaban en el colegio que íbamos a visitar La Casona era de rigor y la primera vez que fui no fueron menos taxativas las instrucciones de comportamiento. “Vamos a estar en casa del Jefe del Estado”, nos dijo la profesora, “y se deben portar igualito cómo si estuviéramos en una iglesia”. Yo, comunista como todo infante, levanté la mano: “Profe, pero mi papá dice que La Casona es la casa de todos los venezolanos”. “Tiene razón tu papá,” me respondió ella, “pero tu mamá te regañaría si saltaras en los muebles, ¿verdad?” read more