Por FERNANDO LONDOÑO HOYOS
Un hombre moribundo pudo firmar, con qué garbo y con cuáles firmes trazos, un Decreto en el que designaba Vicepresidente al que le entregaba el papel y vigilaba su contenido y su autenticidad. Con semejante patraña fue designado Nicolás Maduro como Presidente Encargado de Venezuela. Y los venezolanos, y el mundo entero, se tragaron ese sapo envenenado.
Sin solución de continuidad, el beneficiario de esa impostura ejerció el cargo con el único propósito de hacerse elegir Presidente, a toda costa.
No hemos presenciado un proceso electoral más repugnante que el que se acaba de cerrar en Venezuela. Maduro obtuvo 600.000 votos menos que los que se depositaron por Chávez, pero en más de mil centros electorales Maduro sacó más votos que Chávez en proporción del doble y del quíntuple; está probado el daño de más de 540 máquinas electorales, sin que ello obstara para que esas máquinas dañadas produjeran más de 180.000 votos; más de 100.000 estudiantes fueron dados de baja en el registro electoral, cuando nadie ignora por quién votaban los estudiantes; las elecciones se hicieron con 600.000 muertos en el registro electoral; en centenares de centros electorales quedó probado el voto asistido, es decir, manipulado, dirigido, forzado; en otros tantos centros aparecen las toldas del PSUV dentro del recinto mismo; la frontera con Colombia fue cerrada por cinco días para impedir que los venezolanos que viven y trabajan de este lado llegaran a las urnas; los venezolanos del exterior tuvieron que acudir a las urnas en sitios ubicados a centenares de kilómetros de distancia… read more