Luis Betancourt Oteyza
“Lo que es moralmente erróneo,
no puede ser políticamente correcto”
Winston S. Churchill
Desde que se anunció la muerte de Hugo Chávez hemos sido víctimas de una escandalosa manipulación mediante un velorio interminable y un entierro inconcluso.
Todo comenzó con una marcha desde el hospital militar Carlos Arvelo hasta la Academia Militar de Venezuela, para mi sorpresa rebautizada como “Universidad Militar”, lo que le quita su personalidad de instituto de estudios militares especializados que en otros países, donde cuidan sus fuerzas armadas, no se hace. Las grandes academias militares se distinguen por ser eso: Unos institutos de alto nivel académico destinados a la formación de una élite especializada en la sagrada misión de la defensa de la nación. Los militares, en cualquier país civilizado, que ha superado las montoneras tribales, son una élite; como los seminarios donde se forman los sacerdotes, que también todo lo abandonan en su misión terrenal, se diferencian de las simples universidades por sus sagradas misiones. Será que esta llamada revolución, en su afán demagógico y populista, prefiere rebajar las élites que enaltecerlas por complejo insufrible y miedo de destacar líderes sociales que sean emblema y guía. Razón tenía nuestro poeta del pueblo, Andrés Eloy Blanco, cuando afirmó que: “El problema del militarismo en Venezuela, se debe a la falta de verdaderos militares”. Pero nos estamos distrayendo del objetivo de este comentario.
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