Por Jesús Sánchez-Cañete – USA Hispanic, Washington DC
Seguramente ayer durmió tranquilo Nicolás Maduro. Quién sabe si por primera vez desde que murió Chávez. Más que nunca el presidente de Venezuela logró lo que andaba buscando en los últimos meses: empezar a parecerse a su difunto Comandante.
Maduro, uno de los políticos más nefastos que ha tenido Venezuela y América Latina a lo largo de su historia, se ha convertido en tiempo record en claro ejemplo de inmadurez política y de cómo no hay que gobernar. En tan sólo cuatro meses ha arrojado por la borda el enorme capital político que había logrado su sucesor, el loco de Chávez.
Su torpeza le había hecho perder la ventaja electoral con la que partía en los comicios del 14 de abril, hasta el extremo de pasar a liderar un gobierno supuestamente ganado por un puñado de votos. De la noche a la mañana, Maduro pasó a presidir un gobierno cuestionado por las urnas y sin legitimidad política. Y posiblemente sin legitimidad democrática tampoco, pues a estas alturas a nadie le queda duda de que las últimas elecciones en Venezuela serán recordadas como uno de los mayores ejemplos de manipulación electoral de la historia reciente.
Asimismo, las disensiones internas se convirtieron rápidamente en problema serio. Cada vez resulta más evidente que el chavismo está dividido, por distintos intereses y visiones acerca de cómo tiene que ser la época post-Chávez. Los abrazos y apariciones en público con Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional y probablemente el peor enemigo de Maduro, no engañan a nadie; el régimen trata de guardar las apariencias.
Capriles tampoco le ha ayudado. A diferencia de la última vez, cuando Chávez le ganó la partida electoral, esta vez el líder opositor no ha agachado las orejas y tiene a medio país respaldándole. Ese medio país que no cobra del chavismo y que ya está harto de tanta tontería. Ese medio país que no tiene acceso a las medicinas necesarias por las políticas económicas erradas del régimen, y que se ha acostumbrado a peregrinar de farmacia en farmacia en busca del medicamento necesario. Ese medio país cansado de que Cuba rija los destinos de Venezuela y que quiere menos espíritu bolivariano y más libertad.
Asimismo, a nivel internacional la estrella del chavismo se estaba apagando. Maduro ha seguido viajando por los cuatro rincones del mundo, pero está claro que no está a la altura de Chávez, y sus aliados ideológicos de la región le ven muy inmaduro para ocupar los zapatos del difunto Comandante: le tratan con respeto pero sin la idolatría con la que seguían éste. El “camarada” Correa lo sabe, y quiere aprovechar la circunstancia para convertirse en el nuevo guía del socialismo disfrazado de populismo de América Latina del siglo XXI. De ahí que haya buscado aumentar el protagonismo internacional de Ecuador en los últimos tiempos. No en vano fue el primer país que se especuló que podría acoger a Snowden. Sin embargo, días después se echó para atrás; el precio de contrariar a Estados Unidos en este asunto puede ser muy elevado.
El “colega” boliviano tampoco le estaba dejando brillar. Nada le podía haber venido mejor a Evo Morales que las complicaciones de viaje que tuvo en Europa de regreso a La Paz de una cumbre energética en Moscú. Eso le ha dado la oportunidad de chillar, criticar a Estados Unidos, hacerse la víctima y lograr que la prensa mundial hable del presidente boliviano.
Así pues, Maduro cada vez estaba perdiendo más tracción nacional e internacional. ¿Qué mejor día para dar un cambio de rumbo en ambos ámbitos que el 5 de julio, día nacional de Venezuela? ¿Qué mejor momento que la fecha en la que se cumplían cuatro meses del fallecimiento de Chávez?
En clave interna, cesó a Diego Molero como ministro de Defensa, nombrando en su lugar a Carmen Meléndez, quien hasta ahora era ministra del Despacho de la Presidencia y Seguimiento de la Gestión de Gobierno. En el mismísimo Cuartel de la Montaña, donde descansan los restos de Chávez, “mató” dos pájaros de un tiro: por un lado, se colgó la medalla de haber nombrado a la primera mujer para ese cargo en la historia de Venezuela y, por otro, renovó a la cúpula militar, elemento estratégico clave en el esquema de seguridad y estabilidad de cualquier país.
Asimismo, en un acto público, dio un discurso que posiblemente sea el de retórica más elevada y agresiva contra Estados Unidos desde que es presidente de Venezuela. Sus declaraciones demuestran que le importan bien poco los recientes esfuerzos diplomáticos de Kerry y Jaua por restablecer las relaciones entre Washington y Caracas. Pero no quedó ahí la cosa; las palabras dieron paso a las acciones: Maduro, que en su discurso se hizo eco ampliamente del caso Snowden, decidió traspasar la línea roja de concederle asilo.
Maduro, que ayer puso de voz de trascendencia, empleando unas formas y un volumen de voz que buscaban imitar a los de Chávez, se hizo muchas preguntas. Gesticulando con rabia, como el Comandante solía hacer, y siempre en referencia a Estados Unidos, lanzó varios interrogantes a lo más granado de su régimen, congregado en santo oficio a escucharle: “¿Quién viola la ley internacional? ¿Un joven que ha decidido decir la verdad del espionaje contra el mundo o un poder como el de las élites imperialistas que espían al mundo entero?” “¿Y quién es el delincuente mundial?” “¿un joven de 29 años que denuncia planes guerreristas o aquel gobierno que lanza bombas y arma a la oposición siria para derrocar al legítimo presidente Bachar El-Asad?”
Ya he comentado en anteriores ocasiones por qué los programas implementados por el Gobierno de Estados Unidos y desvelados por Snowden, lejos de buscar menoscabar la libertad de sus ciudadanos buscan protegerles mejor del azote del terrorismo (un terrorismo precisamente patrocinado por países que son aliados muy cercanos de Maduro, como Irán).
Asimismo, más allá de lo que cada uno quiera pensar, el hecho real es que Snowden es un traidor a su patria que, al poner en juego la seguridad nacional de Estados Unidos, ha podido poner en peligro también las vidas de muchos de sus ciudadanos, por cuanto que la consecuencia de estas revelaciones puede ser que quizá en adelante los terroristas cambien sus métodos y sea más difícil pararles. Es muy evidente que ese señor ha cometido una serie de delitos muy serios, y que tiene que ser juzgado. Y los países aliados de Estados Unidos lo entienden, y por eso paran incluso el avión de un presidente si hay sospecha razonable (como era el caso de Morales) de que Snowden puede viajar como polizón.
Ahora bien, de la misma forma que Maduro se hace preguntas, el resto del mundo libre también se cuestiona muchas cosas sobre el chavismo. ¿Por qué no dice el presidente venezolano cuáles fueron los resultados reales de las elecciones del 14 de abril? ¿Qué quiere Maduro de Snowden en verdad? ¿Los ordenadores portátiles que lleva encima?
¿Y qué obsesión tiene el presidente de Venezuela con la CIA? Porque últimamente Maduro no deja de mencionar a la agencia estadounidense en sus discursos y de culparle sencillamente de todo. Mire, señor Maduro, decir que la inteligencia norteamericana realizó un despliegue a gran escala para que los gobiernos europeos impidieran el paso del avión de Morales puede quedar muy bien para un thriller de producción venezolana y guión cubano, en el que usted ponga a los actores que quiera y regale las entradas de cine entre las personas que tiene a sueldo criticando a los medios de comunicación internacionales que osan cuestionar al chavismo.
¿Sabe por qué no tienen sentido estas acusaciones? Por muchos motivos, entre ellos porque a los verdaderos amigos no hace falta pedirles favores; parte de ellos mismos hacerlos cuando ven que el amigo los puede necesitar. Este es el caso de España, Italia, Portugal y Francia, amigos de verdad de Estados Unidos, a los que no hace falta pedirles nada. Y es de sentido común que capturar a un fugitivo tan buscado como Snowden es un buen favor a Washington.
Por cierto, hablando de España, son impresentables sus insultos al Presidente Rajoy. ¿Cómo espera respeto internacional para Morales cuando usted pierde las formas que se le suponen a un jefe de estado? Debería disculparse no sólo con él, sino con todo el pueblo español. En esto también desgraciadamente trata de imitar a Chávez, que faltando al respeto del ex presidente Aznar en una cumbre en 2007 tuvo que ser sancionado por el Rey Juan Carlos I.
Habrá que ver cómo acaba el asunto Snowden, y si finalmente recala en Caracas. Es de presuponer que Venezuela sea uno de los países a los que supuestamente ayer pidió asilo Snowden (WikiLeaks no quiso revelar los nombres). En el corto plazo, Maduro podrá estar contento pensando que ha dado un paso importante para reafirmar su liderazgo, tanto dentro como fuera del país. Tal vez incluso se le aparezca el pajarito de Chávez (siempre me queda la duda de qué color era; ¿azul como el de Twitter o rojo comunista?) para felicitarle.
La realidad es que, lamentablemente, ese paso en vez de hacia delante ha sido hacia atrás. Maduro necesita crecer y madurar, alejarse de sueños bolivarianos que no llevan a ningún lado y comenzar a pensar en su pueblo. Si verdaderamente le importara, dejaría de provocar a Estados Unidos, renunciaría al poder y reconocería la victoria de Capriles, posibilitando que pueda florecer una nueva Venezuela alejada del maleficio comunista de Cuba, donde las palabras libertad y democracia rompan el hechizo que tiene prisionero a parte del pueblo venezolano y den sentido y esperanza a todos aquellos que llevan 14 años sufriendo en silencio.