UNASUR: ¿Presos en nuestra misma trampa?

Embajador J. Eduardo Ponce Vivanco
Columnista invitado

Eduardo Ponce Vivanco

Consciente de que las decisiones de Unasur se toman por unanimidad, el Canciller se lanzó un salvavidas para evitar la censura parlamentaria. Su iniciativa de promover otra declaración de la Unasur, reiterando la invocación al diálogo y la tolerancia en Venezuela, incluida en la Declaración de Lima aprobada por Maduro, ha sido suficiente para desatar su paranoia prepotente y su inseguridad en el cargo. Exhibiendo finos modales, llamó en consulta a su embajador, exigió disculpas y ofreció “meternos” una nota de protesta. Luego, olvidó todo después de que el embajador llamado habló con el presidente Humala.

Caracas ofendió al Gobierno a pesar de sus esforzados servicios desde la Presidencia de la Unasur. Castigo divino al que confraterniza con déspotas que ni siquiera entienden las formas que caracterizan el trato entre Estados civilizados. Es lamentable que Sudamérica no solo haya sido infestada por el estilo grosero del difunto Chávez, sino por sus tropelías autoritarias y las constituciones “refundacionales”” con que ha popularizado las reelecciones (auténticas o conyugales).

La Unasur ha sido el mecanismo privilegiado por ALBA y Mercosur para que nuestras naciones incumplan las obligaciones internacionales que contrajeron en la Carta de la OEA y la Carta Democrática Interamericana firmada en Lima.

Por eso es tan significativa la declaración de Amigos de Venezuela, colectivo que reúne a personajes de todo el espectro político, salvo el partido de gobierno. Después de escuchar a los brillantes diputados venezolanos que nos visitaron, el viernes nos pronunciamos y exigimos que se condene los violentos abusos contra la oposición, apoyamos las nuevas elecciones que pide el señor Capriles, e hicimos demandas fundamentales, invocando el cumplimiento de las obligaciones internacionales que establece la Carta Democrática Interamericana: convocatoria inmediata al Consejo Permanente de la OEA para examinar la situación en Venezuela y considerar la conveniencia de una Asamblea Extraordinaria que evalúe la suspensión de su membresía. Solicitamos también que se llame en consulta al embajador chavista que tenemos en Caracas.

Frente a los exabruptos de Maduro, ayer reiteramos estas demandas con especial énfasis en la necesidad de cumplir las obligaciones internacionales que “todos” “los miembros de la OEA -incluidos los de la Unasur- han contraído en la Carta Democrática Interamericana (CDI). Ella dispone la inmediata reunión de su Consejo Permanente (art. 20) para estudiar los atentados contra la democracia y la violencia contra el pueblo venezolano que defiende su voto en unas elecciones fraudulentas, lamentablemente convalidadas por Sudamérica mediante la Misión de Acompañamiento Electoral de la Unasur y la presencia mayoritaria de sus presidentes en la juramentación de Maduro. Lo que corresponde ahora es plantear la suspensión de Venezuela de la OEA, para lo que debería convocarse una Asamblea Extraordinaria (CDI, art. 19).

Lo que ocurre en la tierra de Bolívar será una divisoria de aguas en las Américas, porque obligará a que los gobiernos sinceren y definan su posición frente a la democracia representativa y el Estado de Derecho. La presencia del ALBA (Venezuela, Bolivia, Ecuador y Surinam) y de Argentina, Brasil y Uruguay en la Unasur impedirá los consensos que ese organismo requiere para tomar decisiones sobre la crisis venezolana. De allí la clara necesidad de revitalizar la OEA y exigir a sus miembros que hagan honor a las obligaciones jurídicas que ignoran, permitiendo así las transgresiones al Estado de Derecho y a la democracia que asolan a Venezuela, Ecuador, Bolivia y Argentina.

¿Conviene a nuestras democracias una Unasur donde la mayoría no defiende la democracia?

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