Por Pablo Aure
Han sido 14 años de matanzas carcelarias. Las requisas dentro de los establecimientos penitenciarios son sinónimos de muerte. Todo eso se disminuiría si la Guardia Nacional Bolivariana no permite que entren armas a las cárceles. Lo digo una y mil veces más: los presos están armados porque hay tolerancia, o mejor dicho complicidad para dotar a los internos de armamentos.
Aunque si a matanzas nos referimos, la ministra de Servicios Penitenciarios ha batido todos los récords. Más de 600 muertes en su corta -pero macabra- gestión. La Planta (clausurada), Sabaneta, Yare, El Rodeo, y todas las cárceles del país, están en condiciones deplorables, donde peligran sus trabajadores civiles y militares, al igual que los hombres y mujeres allí recluidos. Como es propio de la incapacidad e ineptitud de este régimen, la responsabilidad de lo que ocurrió en Uribana no fue de los funcionarios encargados del sistema de seguridad o custodia, principalmente militar, sino de los medios de comunicación (Globovisión y El Impulso) que a decir de las autoridades gubernamentales prendieron la mecha para que los presos se amotinaran.
Lo que acontece en todas las cárceles venezolanas es el reflejo patético del colapso general de la revolución. No puede ser visto de otra manera, ya que ningún gobierno puede mantenerse por tanto tiempo a fuerza de engaños y mentiras. Recuerden las veces que el gobierno ha anunciado planes para solucionar la crisis carcelaria que vive el país. Desde 1999 Chávez anunció y supuestamente dio inicio al llamado “Plan Nacional de Desarme de la Población Reclusa”. El presidente a los reclusos de Yare les dijo con voz sentimental: “muchachos, cuenten con estas manos para llevarlos a la vida de nuevo”. Quizá quiso decirles para llevarlos a la eterna y nueva vida.