Por FAUSTO MASÓ
La falta de respeto, el discurso ofensivo, desemboca en la violencia si no se le pone límite, si no se le responde adecuadamente; al extender la mano al que nos escupe, alguna vez terminamos en un hospital.
Cuando a la oposición la califican de apátrida resulta natural que termine tratada como las cucarachas y los gusanos, pisada y aplastada.
Del desprecio se pasa a la violencia que el propio presidente de la Asamblea Nacional aplaude. Resulta cómico responder entonces que todos somos hermanos, o que un país dividido no progresa, negar que esta política de polarización y de enfrentamiento le ha dado excelentes frutos al Gobierno estos catorce años; si hubiera dialogado con empresarios, partidos, la Iglesia, ya habría perdido las elecciones; si se hubiese comportado como un gobierno adeco o copeyano, habría salido de Miraflores.
El chavismo al acusar a la oposición de golpista y traidora la coloca en el disparadero. Si no reacciona quedará como tonta, si abandona sistemáticamente la Asamblea Nacional, si se abstiene en las elecciones, le entregará en bandeja de plata el país al chavismo; si se queda callada, si mira hacia el techo, si repite que quiere un diálogo, que está dispuesta a sentarse con quienes la desprecian, si hasta vota con el chavismo en numerosas ocasiones, si respeta a los que no la respetan, desalienta a sus seguidores, les quita las ganas de salir a la calle en una manifestación. No es fácil el dilema, porque desconocer al Gobierno en buena lógica llevaría a tomar las armas, a alzarse en una montaña, al desastre final.
El chavismo es autoritario y hace elecciones, mantiene una apariencia democrática, la oposición no sabe qué hacer por la falta de instituciones. Pero en algún momento tendrá que trazar una raya y decir hasta aquí llegamos con los brazos cruzados, presentando la otra mejilla. read more